jueves, 17 de mayo de 2018

Ser de Talavante

San Isidro 2018, 9ª de feria. Las Ventas. Toros de Núñez del Cuvillo, de juego dispar pero con sus opciones,  para Antonio Ferrera, José María Manzanares y Alejandro Talavante. Lleno de no hay billetes. Al finalizar el paseíllo se guardó un minuto de silencio en el aniversario del fallecimiento de Joselito "El Gallo".


Cuando Talavante se perfilaba para entrar a matar al sexto de la tarde pocos dudaban de su nueva salida a hombros por la Puerta Grande, pero dos pinchazos inoportunos desvanecieron la escena y el deseo colectivo se transmutó en lamento. En realidad a estos sucesos tiene bien acostumbrada Talavante a la afición de Madrid, esa que le espera, respeta e idolatra como ninguna otra. Y esto es así porque cuando Alejandro pisa esta plaza es otro desde que aparece por el patio de cuadrillas y bien que lo demuestra. 


Cuando se abrió de capote en su quite al toro de Manzanares todo apuntaba a tarde grande. Para enmarcar el inicio de faena por abajo mirando al tendido en su primer toro. Luego se sucedieron las tandas por ambos pitones con esa inspiración, quietud y magia propia de su singular tauromaquia. Qué cintura, qué naturales -con ese vuelo final tan sutil-, qué pases de pecho…La estocada le puso la primera oreja en la mano. 


Se dirigió en el sexto al centro del ruedo con esa solemnidad que anuncia lio gordo y dejó llegar al Cuvillo desde la otra punta para enganchar una tanda superior con la mano derecha; la plaza saltaba. De nuevo los naturales, uno circular que fueron dos, los muletazos sobrios apretando lo justo, pero, sobre todo, ese momento Talavante en el que con el gesto, los andares, los desplantes y la torería lo inunda todo para sumir a la plaza en un éxtasis incomparable. Todo estaba hecho y llegó su versión del fallo a espadas. La ovación en los medios fue clamorosa.


Ferrera le había cortado una oreja a su primero después de una faena medida, plena de limpieza, buen gusto y torería. Cala en Las Ventas la nueva versión de Ferrera, sobre todo cuando la lentitud marcan los pases, si bien en el cuarto, uno de los más blandos de la corrida, no le aceptaron la insistencia.


Otra oreja le cortó Manzanares al quinto. Un jabonero repetidor con el que consiguió tandas estimables por ambos pitones. Un cambio de mano larguísimo, rematado con un excelente pase de pecho, puso la plaza en pie. El volapié marca de la casa. 

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