San Isidro 2018, 9ª de feria. Las Ventas. Toros de Núñez del Cuvillo, de juego dispar pero con sus opciones, para Antonio Ferrera, José María Manzanares y Alejandro Talavante. Lleno de no hay billetes. Al finalizar el paseíllo se guardó un minuto de silencio en el aniversario del fallecimiento de Joselito "El Gallo".
Cuando Talavante se perfilaba para entrar a matar al sexto
de la tarde pocos dudaban de su nueva salida a hombros por la Puerta Grande,
pero dos pinchazos inoportunos desvanecieron la escena y el deseo colectivo se transmutó
en lamento. En realidad a estos sucesos tiene bien acostumbrada Talavante a la
afición de Madrid, esa que le espera, respeta e idolatra como ninguna otra. Y
esto es así porque cuando Alejandro pisa esta plaza es otro desde que aparece
por el patio de cuadrillas y bien que lo demuestra.
Cuando se abrió de capote en su quite al toro de
Manzanares todo apuntaba a tarde grande. Para enmarcar el inicio de faena por
abajo mirando al tendido en su primer toro. Luego se sucedieron las tandas por
ambos pitones con esa inspiración, quietud y magia propia de su singular
tauromaquia. Qué cintura, qué naturales -con ese vuelo final tan sutil-, qué
pases de pecho…La estocada le puso la primera oreja en la mano.
Se dirigió en el sexto al centro del ruedo con esa
solemnidad que anuncia lio gordo y dejó llegar al Cuvillo desde la otra punta para enganchar una tanda superior con
la mano derecha; la plaza saltaba. De nuevo los naturales, uno circular que
fueron dos, los muletazos sobrios apretando lo justo, pero, sobre todo, ese
momento Talavante en el que con el gesto, los andares, los desplantes y la torería lo
inunda todo para sumir a la plaza en un éxtasis incomparable. Todo estaba hecho y
llegó su versión del fallo a espadas. La ovación en los medios fue clamorosa.
Ferrera le había cortado una oreja a su primero después de
una faena medida, plena de limpieza, buen gusto y torería. Cala en Las Ventas
la nueva versión de Ferrera, sobre todo cuando la lentitud marcan los pases, si
bien en el cuarto, uno de los más blandos de la corrida, no le aceptaron la
insistencia.
Otra oreja le cortó Manzanares al quinto. Un jabonero
repetidor con el que consiguió tandas estimables por ambos pitones. Un cambio de
mano larguísimo, rematado con un excelente pase de pecho, puso la plaza en pie.
El volapié marca de la casa.
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